Fragas del Eume


El fin de semana pasado, después de mucho tiempo, recorrí a pié las Fragas del Eume, desde el primer puente colgante, pasando por la central eléctrica hasta casi llegar a la presa. El lugar te recuerda a fechas pasadas, los árboles, la niebla, el musgo, todo idílico. La caminata fue más bien dura, dado entre otras cosas al poco entrenamiento y al exceso de grasas saturadas, pero al fín pude llegar de vuelta y contarlo. A la vuelta decidí hacer el recorrido inverso y en vez de venir por los senderos lo hice por la carretera hasta el lugar dónde había dejado el coche (más o menos a media hora de camino desde el puente que va del Monasterio inventado de Caaveiro, hasta el primer puente colgante). Mi sorpresa fue monumental, al comprobar la cantidad ingente de vehículos que pasan de un lugar a otro. No sabía al final si estaba en las Fragas del Eume o en una reunión de marujas a las puertas de las ofertas del hipermercado Alcampo. Fue desolador, ver como muchos de esos pseudopaseantes de fin de semana se despojaban a través de las ventanillas de sus coches de todo lo que no les vale, vease restos del bocadillo, paquetes de cigarrillos, botellas de agua. Al final llegué a mi casa tan cabreado que he decidido no volver a repetir la caminata, hasta que prohiban la circulación de coches por las fragas y cuando se contrate más personal de vigilancia a fin de que esos gilipollas se lleven la mierda para sus casas o sino que no vengan y se queden en sus putos sofás viendo el gran hermano. He dicho.

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